Publicado en Los Tiempos.
Por:WINSTON ESTREMADOIRO
La clave de tanto desatino es que el padrino Chávez se ha aprovechado de un ingenuo ahijado boliviano, para torpedear su sector de hidrocarburos y ocupar el vacío resultante. Es un salvador de la patria que pronto hasta tropas militares nos mandará
Cuidado con los ídolos de pies de barro, advierte el precepto bíblico, porque carecen de base sólida y se caen con un aguacero. El gobierno de Evo Morales propulsó su ascensión y asienta su actual popularidad sobre dos: la postura contra la corrupción y nacionalizar los hidrocarburos.
Ha quedado claro que la primera es falsa deidad. Diputados que venden visas a chinos fantasmas y la alharaca de suspender a uno por abuso de influencia en provecho propio (no del partido), desnuda que el gobierno actual, como muchos anteriores, husmeó la marmaja que da la coyuntura del abuso del poder político. Lo prueba la arremetida contra el SNC, nido de ratas que costó varios años institucionalizar nombrando su director con un concurso de méritos. Hoy su cambio de nombre revuelve aromas de podredumbre que revelan la misma chola ratera de antes del Ing. Bakovic, pero con otra pollera.
Lo ratifica la infección que expusiera la Superintendencia de Hidrocarburos en YPFB, un puchichiinfecto que Evo Morales y sus capos intentaron tapujar cual si fuera un simple espinillo de adolescente. El gobierno mostró la hilacha de que YPFB será otra vez vaca lechera del abusivo de turno, cortando la cabeza de los que sajaron la pústula y apretaron para que salga el pus. Encima, degradan la entidad que supervisa el correcto funcionamiento del sector para que sea un saludo a la bandera.
Semejante conducta chueca permite apuntar al segundo ídolo de pies de barro del gobierno: la nacionalización de hidrocarburos. Dan náuseas tanto culipandear con la farsa de nacionalizar. Hasta algunos privatizadores de ayer la ensalzan, incapaces que son de justificar posturas que en el pasado sostuvieron con ahínco. Yo no me corro, pero quizá lo haga el ministro de defensa que otrora la ensalzara, de que ayer me sedujo la astucia del gringo presidente al capitalizar las ineficientes empresas estatales, hasta que el tufillo de corrupción de la letra fina del proceso se hizo insoportable.
Pero tampoco se justifica ir de una capitalización hedionda a una nacionalización trucha -y quizá podrida también. Tan cacareada movida no existe, salvo para hacer escarnio del ordenamiento legal de la nación, que es vector de la enfermedad que tiene al país en virtual cuarentena: la inseguridad jurídica. El Tribunal Constitucional, máxima instancia de apelación hasta que una Constituyente sin el freno de dos tercios de voto invente el Consejo de Amautas, ratifica algo incontestable: que un país se sostiene en una armazón jurídica. A tal respecto se tiene la Ley 3058 de Hidrocarburos y el politiquero decreto "nacionalizador". Es dúo incongruente, aún anotando que los contratos de capitalización no fueron refrendados por el Congreso.
Más aún, Bolivia no es excepción en un mundo ordenado por acuerdos y contratos bilaterales y multilaterales que tienen fuerza de ley. El "decreto de nacionalización" puede haber redituado al presidente un show politiquero de toma militar de predios petroleros, a expensas de resentir a países amigos. Su vigencia dependerá de los convenios bilaterales y multilaterales con Brasil, España, Francia y Estados Unidos, cuyas empresas petroleras están amparadas por tales acuerdos.
Ya no son tiempos de enviar cañoneras a sitiar puertos para forzar cumplimientos, aparte de que Bolivia es mediterránea. Ni un arbitraje internacional logrará lo que pudo obtenerse de buenas maneras: mejorar los términos de contratos con las petroleras, y dar impulso a sus inversiones en toda la cadena productiva, asociados con YPFB. En claro queda que los logros politiqueros de la nacionalización son poca cosa, comparados con que en los pleitos se perderá dinero, porque los litigios no son gratuitos; tiempo, porque son procesos largos que postergarán el desarrollo del sector; y motivación, porque se rifó la imagen de seguridad jurídica que incentiva las inversiones extranjeras: tecnología y capital que Bolivia necesita. Se han paralizado las inversiones en el sector y son más de 30 las empresas energéticas que han cesado operaciones en el país. ¿Qué disfraz se pondrá el país si el arbitraje determina que pague las inversiones realizadas, más daños y perjuicios?
¿Será que los que hoy gobiernan son tan levudos como para no percibir estas repercusiones? No señor. El meollo de la nacionalización es poner en bandeja las reservas de gas y petróleo boliviano al padrino venezolano. Hugo Chávez fue el padrino benevolente que regaló millones de libre disponibilidad, para que el ahijado boliviano fuera elegido y jugara al austero que recorta sueldos para construir escuelas, que trae médicos y alfabetizadores cubanos para curar ojos y enseñar el abecé en rimas castristas. Sin embargo, Hugo Chávez será duro patrón de una Bolivia cuyo presidente Morales imita el libreto chavista para perpetuarse en el poder, pero que dependerá de los millones del petróleo venezolano para darse aires y subsistir. Porque de mejorar la economía del país, hasta ahora nada.
Las reservas bolivianas de gas son la garantía de pago. Permiten al dictador venezolano jugar a la geopolítica mundial con su petróleo, y con nuestro gas también. ¿No fue estúpido adherirnos al gasoducto que llevará gas venezolano a los mercados naturales de Bolivia? Es doblemente majadero alienar con hostigamientos a la brasileña Petrobrás y a la española Repsol, mientras Venezuela abre los brazos a sus inversiones que están migrando a ese país. ¿No es triple zoncera que el desarrollo de las reservas energéticas bolivianas se vuelva el vagón de cola de una ineficiente PDVSA?
La clave de tanto desatino es que el padrino Chávez se ha aprovechado de un ingenuo ahijado boliviano, para torpedear su sector de hidrocarburos y ocupar el vacío resultante. Es un salvador de la patria que pronto hasta tropas militares nos mandará.
Por:WINSTON ESTREMADOIRO
La clave de tanto desatino es que el padrino Chávez se ha aprovechado de un ingenuo ahijado boliviano, para torpedear su sector de hidrocarburos y ocupar el vacío resultante. Es un salvador de la patria que pronto hasta tropas militares nos mandará
Cuidado con los ídolos de pies de barro, advierte el precepto bíblico, porque carecen de base sólida y se caen con un aguacero. El gobierno de Evo Morales propulsó su ascensión y asienta su actual popularidad sobre dos: la postura contra la corrupción y nacionalizar los hidrocarburos.
Ha quedado claro que la primera es falsa deidad. Diputados que venden visas a chinos fantasmas y la alharaca de suspender a uno por abuso de influencia en provecho propio (no del partido), desnuda que el gobierno actual, como muchos anteriores, husmeó la marmaja que da la coyuntura del abuso del poder político. Lo prueba la arremetida contra el SNC, nido de ratas que costó varios años institucionalizar nombrando su director con un concurso de méritos. Hoy su cambio de nombre revuelve aromas de podredumbre que revelan la misma chola ratera de antes del Ing. Bakovic, pero con otra pollera.
Lo ratifica la infección que expusiera la Superintendencia de Hidrocarburos en YPFB, un puchichiinfecto que Evo Morales y sus capos intentaron tapujar cual si fuera un simple espinillo de adolescente. El gobierno mostró la hilacha de que YPFB será otra vez vaca lechera del abusivo de turno, cortando la cabeza de los que sajaron la pústula y apretaron para que salga el pus. Encima, degradan la entidad que supervisa el correcto funcionamiento del sector para que sea un saludo a la bandera.
Semejante conducta chueca permite apuntar al segundo ídolo de pies de barro del gobierno: la nacionalización de hidrocarburos. Dan náuseas tanto culipandear con la farsa de nacionalizar. Hasta algunos privatizadores de ayer la ensalzan, incapaces que son de justificar posturas que en el pasado sostuvieron con ahínco. Yo no me corro, pero quizá lo haga el ministro de defensa que otrora la ensalzara, de que ayer me sedujo la astucia del gringo presidente al capitalizar las ineficientes empresas estatales, hasta que el tufillo de corrupción de la letra fina del proceso se hizo insoportable.
Pero tampoco se justifica ir de una capitalización hedionda a una nacionalización trucha -y quizá podrida también. Tan cacareada movida no existe, salvo para hacer escarnio del ordenamiento legal de la nación, que es vector de la enfermedad que tiene al país en virtual cuarentena: la inseguridad jurídica. El Tribunal Constitucional, máxima instancia de apelación hasta que una Constituyente sin el freno de dos tercios de voto invente el Consejo de Amautas, ratifica algo incontestable: que un país se sostiene en una armazón jurídica. A tal respecto se tiene la Ley 3058 de Hidrocarburos y el politiquero decreto "nacionalizador". Es dúo incongruente, aún anotando que los contratos de capitalización no fueron refrendados por el Congreso.
Más aún, Bolivia no es excepción en un mundo ordenado por acuerdos y contratos bilaterales y multilaterales que tienen fuerza de ley. El "decreto de nacionalización" puede haber redituado al presidente un show politiquero de toma militar de predios petroleros, a expensas de resentir a países amigos. Su vigencia dependerá de los convenios bilaterales y multilaterales con Brasil, España, Francia y Estados Unidos, cuyas empresas petroleras están amparadas por tales acuerdos.
Ya no son tiempos de enviar cañoneras a sitiar puertos para forzar cumplimientos, aparte de que Bolivia es mediterránea. Ni un arbitraje internacional logrará lo que pudo obtenerse de buenas maneras: mejorar los términos de contratos con las petroleras, y dar impulso a sus inversiones en toda la cadena productiva, asociados con YPFB. En claro queda que los logros politiqueros de la nacionalización son poca cosa, comparados con que en los pleitos se perderá dinero, porque los litigios no son gratuitos; tiempo, porque son procesos largos que postergarán el desarrollo del sector; y motivación, porque se rifó la imagen de seguridad jurídica que incentiva las inversiones extranjeras: tecnología y capital que Bolivia necesita. Se han paralizado las inversiones en el sector y son más de 30 las empresas energéticas que han cesado operaciones en el país. ¿Qué disfraz se pondrá el país si el arbitraje determina que pague las inversiones realizadas, más daños y perjuicios?
¿Será que los que hoy gobiernan son tan levudos como para no percibir estas repercusiones? No señor. El meollo de la nacionalización es poner en bandeja las reservas de gas y petróleo boliviano al padrino venezolano. Hugo Chávez fue el padrino benevolente que regaló millones de libre disponibilidad, para que el ahijado boliviano fuera elegido y jugara al austero que recorta sueldos para construir escuelas, que trae médicos y alfabetizadores cubanos para curar ojos y enseñar el abecé en rimas castristas. Sin embargo, Hugo Chávez será duro patrón de una Bolivia cuyo presidente Morales imita el libreto chavista para perpetuarse en el poder, pero que dependerá de los millones del petróleo venezolano para darse aires y subsistir. Porque de mejorar la economía del país, hasta ahora nada.
Las reservas bolivianas de gas son la garantía de pago. Permiten al dictador venezolano jugar a la geopolítica mundial con su petróleo, y con nuestro gas también. ¿No fue estúpido adherirnos al gasoducto que llevará gas venezolano a los mercados naturales de Bolivia? Es doblemente majadero alienar con hostigamientos a la brasileña Petrobrás y a la española Repsol, mientras Venezuela abre los brazos a sus inversiones que están migrando a ese país. ¿No es triple zoncera que el desarrollo de las reservas energéticas bolivianas se vuelva el vagón de cola de una ineficiente PDVSA?
La clave de tanto desatino es que el padrino Chávez se ha aprovechado de un ingenuo ahijado boliviano, para torpedear su sector de hidrocarburos y ocupar el vacío resultante. Es un salvador de la patria que pronto hasta tropas militares nos mandará.