mayo 06, 2006

La cumbre por el gas acercó a Lula y a Morales.

Publicado en La Nación.

Con Kirchner como mediador, se avanzó en las negociaciones

PUERTO IGUAZU.- El más preocupado era Luiz Inacio Lula da Silva; el más tranquilo era Evo Morales; el más efusivo era Hugo Chávez; el más satisfecho era Néstor Kirchner. Con esa postal de rostros dispares concluyó la sorpresiva cumbre de cuatro presidentes de la región, que, en realidad, acercó a dos de ellos. Al más preocupado y al más tranquilo, observados con lupa desde España, Francia, los Estados Unidos, México, Perú, Chile y Cuba.

¿Por qué tanta atención y, a la vez, tanta tensión? Porque de las conclusiones de la reunión a solas de los cuatro iba a surgir la base política de las negociaciones de los contratos para la compra y la explotación del gas boliviano y un seguro contra el riesgo de desabastecimiento en el vecindario después de que Morales decidiera el lunes la nacionalización de los hidrocarburos. No avisó, empero. Y, por ello, el precio del barril de petróleo, influido por Irán y otros factores, superó los 72 dólares.

Que no haya avisado no significa que haya sido novedosa su decisión de firmar, con las tropas frente a Petrobras como si hubieran invadido Brasil, el decreto con el cual, en la faz interna, quiso que subiera su popularidad en vísperas de la Asamblea Constituyente de julio. Contra la soberanía nadie se pronunció. No reparó, sin embargo, en el costo que iba a tener para Lula, presionado tanto por la compañía y el sector privado como por un electorado temeroso de no encender la hornalla que deberá decidir en octubre si continúa en el cargo cuatro años más. No reparó en él u optó por soslayarlo.

El pánico llevó a Lula a recurrir a Kirchner. De ahí, la elección de la sede de la cumbre: cerca de Brasil, pero en territorio argentino. Y de ahí, también, la virtual división de los cuatro participantes en dos polos bien diferenciados: los productores (Bolivia y Venezuela, las mayores reservas de la región) y los consumidores (Brasil y la Argentina).

La señal de Morales, acordada con Chávez con la bendición de Fidel Castro en La Habana, era más política que económica. De pronto, más allá de que conocieran sus intenciones, transnacionales como la brasileña Petrobras, la hispano-argentina Repsol YPF, la francesa Total y las británicas GP y BP se vieron en la disyuntiva de aceptar las nuevas reglas de juego en un plazo de 180 días o tolerar la confiscación como parte de la patriada de Morales.

En reserva, lejos de oídos indiscretos, Morales expuso: si en una década invirtieron 3500 millones de dólares, ganaron 8000 millones y reportaron poco y nada al Estado boliviano, ¿por qué arman tanto alboroto frente a la posibilidad de ganar menos?

A tono con él, Chávez recordó que los bolivianos votaron un referéndum y aprobaron una ley en esa dirección antes de que Morales asumiera la presidencia. Salió en defensa de la causa mientras se ufanaba de haberse enfrentado con compañías de origen francés e italiano que, después de "haber sido mandadas por Washington", terminaron siendo socias de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

Kirchner, reacio a apartarse de la agenda interna, apoyaba la cabeza en una mano: había asegurado la cuota de gas boliviano para la Argentina; había ayudado a Lula en la negociación bilateral con Morales; había demostrado que Brasil solo no puede y que, por ello, difícilmente reúna los requisitos para ser el líder de América del Sur, y había enviado un mensaje de calma a José Luis Rodríguez Zapatero, temeroso del desenlace para Repsol YPF.

Había cumplido con todos y, sobre todo, consigo mismo.

Por Jorge Elías
Enviado especial